domingo, 22 de enero de 2012

El gobierno calamar

En una reciente conferencia, explicaba Jorge Wagensberg la diferencia evolutiva entre un calamar y un pulpo. Un calamar, al ver a un cangrejo en un botella de vidrio en su acuario, se dirigirá hacia su codiciado alimento topando una y otra vez con el cristal. No verá una alternativa, no posee un plan B. Morirá de hambre y rabia. El pulpo, sin embargo, tras las mismas dificultades iniciales, buscará una alternativa, acabará abriendo la botella y zampándose al desdichado crustáceo.

En la actualidad, la oligarquía financiera es el pulpo cleptópatra que expande sus tentáculos en los centros de poder - FMI, BCE y otros bancos centrales 'independientes' así como la prensa 'libre' - desde los que ofrece su asesoramiento sobre la necesidad de austeridad y privatización de empresas estatales. Si algún gobernante deja de aceptar sus consejos - casos de Italia o Grecia - tienen más planes para 'abrir la botella' y que 'parezca un accidente'.

El gobierno - español, catalán u otros - es un triste calamar que dice no tener otro plan que no sea recortar derechos sociales y subir impuestos... a las clases populares y medias. Eso sí, como buen calamar, trata de protegerse con la tinta... de la prensa afín.

Mientras tanto, el FMI anuncia recesión económica para los próximos dos años, con lo que el ascenso al poder de la derecha no parece haber calmado al insaciable pulpo de los mercados.

En España, a la recesión económica se le suma la social. Asistimos al esperpento de ver en el banquillo de los acusados a un juez implacable con corruptos y terroristas (incluídos los de estado) mientras en la catedral de Santiago se eleva a 'Don Manuel' - un franquista orgulloso de haberlo sido y con las manos manchadas de sangre - al santoral de los padres de la democracia. Por supuesto, entre las oraciones de una Iglesia que no sufre los recortes y sigue sin pagar impuestos. Amén.

Quizás debamos empezar a pensar en qué alternativa tenemos los pobres ciudadanos-cangrejos que no sea la de estar condenados a ir siempre hacia atrás.

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